miércoles, 24 de marzo de 2010

2.3. Sócrates, el sabio "ignorante" y sus rivales, los Sofistas.

En el siglo V a.C. Atenas había adquirido el esplendor de las grandes ciudades. A ella acudían los mejores artistas de la Hélade, pintores, escultores, comediógrafos, autores de tragedias, sabios… La Democracia era el sistema de gobierno que enorgullecía a muchos de sus ciudadanos y que enfurecía a otros, quienes añoraban nostálgicamente otras épocas en las que la Aristocracia tenía más poder y esperaban el momento en el que una revuelta o una tiranía les devolviera su lugar. Si la contemplamos desde nuestro punto de vista la democracia presentaba ciertas imperfecciones, ya que no podían votar ni las mujeres, ni los extranjeros, ni los esclavos. La Atenas del siglo V a.C. es la época del político Pericles, del autor cómico Aritófanes, de Fidias y también de Sócrates y los Sofistas.
Sócrates y sofistas

 


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Si los filósofos presocráticos se preocupaban principalmente por saber de qué estaba compuesto el Universo, de dónde surgió o hacia dónde se dirige, Sócrates y los Sofistas se esforzaron prioritariamente por investigar las características principales de la naturaleza humana. Querían saber qué es lo que distingue a los seres humanos, qué nos hace singulares, qué nos diferencia de otros animales, qué tenemos que hacer para encontrar la felicidad o cómo podemos convivir de una forma mejor unos con otros. Aunque algunos atenienses creían que Sócrates era uno de los Sofistas, así Aristófanes en su obra Las nubes lo describe de este modo, sin embargo existen diferencias muy importantes entre los Sofistas y el llamado tábano de Atenas.

Sócrates nació en Atenas hacia el 470 a.C. y murió en la misma ciudad en el año 400 a. C. La pasión que experimentó por su polis le impulsó a no abandonarla salvo para participar en alguna campaña militar.
El padre de Sócrates era artesano y su madre comadrona. El oficio de su madre, Fenarete, desempeñó un papel muy importante en su vida, ya que él consideraba que había heredado la habilidad materna. Si la comadrona podía ayudar a las mujeres a parir sus hijos, Sócrates tendría la misión de ayudar a las personas a extraer los conocimientos que tenían en el interior de su mente. El método empleado por Sócrates recibió el nombre de mayéutica. No se trataba de hacer largos discursos sobre un tema, sino de realizar preguntas a un interlocutor, esperar sus respuestas y volver a lanzar nuevos interrogantes a la persona que pacientemente dialogaba con Sócrates. De este modo, el filósofo intentaba descubrir cuál era la mejor manera de definir algunos términos muy importantes relacionados con la búsqueda de la felicidad, el buen comportamiento o la Justicia.
Sócrates empleaba este método porque se consideraba a sí mismo como un ignorante. “Sólo sé que no sé nada”, llegó a pronunciar. Dada su ignorancia, que no sabemos hasta qué punto era completamente sincera o tenía algo de fingida, no podía enseñar conocimientos nuevos pero sí podía extraerlos mediante el diálogo. La búsqueda del conocimiento era muy importante para Sócrates, ya que sólo quien se conozca a sí mismo, quien conozca, por tanto, cuáles son las características principales del ser humano podrá actuar bien, es decir, podrá ser bueno. Por tanto, la sabiduría nos hace mejores, y la ignorancia nos convierte en malas personas. Esta teoría socrática, según la cual el conocimiento conduce al bien, se denomina intelectualismo moral.
Una de las diferencias principales entre Sócrates y los Sofistas se desarrolló alrededor del bien. Para Sócrates sólo hay un bien verdadero. Lo que está bien o lo que está mal es lo mismo para cualquier ser humano y puede descubrirse desplegando el conocimiento adecuado. Esta doctrina socrática, que desarrollará su discípulo Platón, se denomina universalismo moral.
Las constantes preguntas que realizaba Sócrates a sus conciudadanos provocaron en ocasiones el malestar de algunos de ellos, hasta el punto de que fue conocido como el tábano de Atenas. Sin embargo, no parece que éste fuera un motivo suficiente para entender la condena a muerte que sufrió el sabio ateniense. En el juicio que se llevó a cabo se declaró que Sócrates debía ser condenado a muerte por “corromper a los jóvenes” y “por traer dioses nuevos”. Estos motivos no dejan de sorprender cuando se examinan con el tiempo y no parecen explicar suficientemente el por qué de la condena. En la actualidad se tiende a creer que Sócrates fue condenado por representar un cierto peligro para el gobierno democrático. Las ideas de Sócrates y, sobre todo, las amistades que frecuentaba, algunos de sus amigos eran aristócratas contrarios al sistema democrático, le convirtieron en un personaje peligroso para algunos defensores de la democracia.

Durante el juicio se le ofreció la posibilidad de cambiar la pena de muerte por un exilio a otra ciudad, pero Sócrates rechazó esta posibilidad alegando que en otra polis no podría practicar su verdadera pasión: filosofar con los habitantes de su ciudad. Además, estando en la cárcel a la espera de que se cumpliera su destino, recibió la visita de algunos amigos quienes le indicaron que habían comprado al carcelero y que podía marcharse. Sin embargo, Sócrates renunció a escaparse recordando la importancia de obedecer las leyes de la ciudad. Finalmente, Sócrates asumió su destino y, según relata Platón, él mismo tomó la copa de veneno que trajo el carcelero y se despidió de sus queridos amigos.

En la misma época en la que Sócrates buscaba el conocimiento mediante el método mayéutico, los Sofistas empleaban otros medios para transmitir sus conocimientos. A diferencia de Sócrates, los Sofistas no habían nacido en Atenas, sino que habían llegado atraídos por su esplendor cultural y sus riquezas. Eran, por tanto, extranjeros –metecos, en el lenguaje de los griegos- que no podían participar directamente en la Asamblea democrática.
Los principales Sofistas -Protágoras de Abdera, Gorgias de Leontino o Hippias de Elis- poseían importantes conocimientos en diversos asuntos, pero, sobre todo, eran maestros de Retórica. De este modo, transmitían a los atenienses que requerían sus servicios los métodos para hablar mejor en público, un aspecto que era muy importante para aquellos ciudadanos que deseaban destacar en la Asamblea y convencer a los demás para que votaran la propuesta que presentaban. La Retórica era el gran tesoro que traían los Sofistas. Gracias a este arte enseñaban, por ejemplo, que era posible defender con la misma contundencia las dos caras de un discurso. Es decir, enseñaban a sus alumnos, utilizando con frecuencia este ejercicio, que sobre cualquier tema se podía argumentar una tesis y su contrario. Las enseñanzas sofísticas proporcionaban a estos maestros importantes sumas de dinero, ya que cobraban un alto salario. Puede decirse que los Sofistas fueron los primeros profesionales de la enseñanza.
Teniendo en cuenta la técnica que empleaban según la cual era posible defender una verdad y su antítesis, podemos comprender que la mayoría de los Sofistas no aceptaba la teoría del universalismo moral de Sócrates. Por el contrario, defendían el relativismo moral, es decir, consideraban que había una verdad y, sobre todo, un bien diferente según el lugar y la época que se tuvieran en cuenta. No hay que olvidar que los Sofistas, siendo extranjeros, estaban familiarizados con diferentes costumbres, leyes o tipos de moral.
Uno de los Sofistas más importantes fue Protágoras de Abdera quien afirmó que “el hombre era la medida de todas las cosas”. Es decir, Protágoras admitía de este modo un cierto relativismo: las cosas no son buenas o malas porque sí, somos los seres humanos quienes en cada lugar y en cada época valoramos qué es verdad, qué es bello o que está bien. Por tanto, las cosas no son buenas o malas por naturaleza, es decir, porque hayan nacido así, son buenas o malas a través de la cultura. De este modo, los Sofistas comenzaron a desplegar un interesante debate que enfrentaba a la naturaleza (Physis, lo universal, lo innato) frente a la cultura (nomos, lo convencional, la educación…) y que provocó interesantes cuestiones: ¿es superior la naturaleza a la cultura?, ¿existen leyes naturales o son todas creadas?, ¿somos buenos por naturaleza o por educación?... Ante estas preguntas los propios Sofistas ofrecieron diferentes respuestas. Como hemos visto, Protágoras otorga una gran importancia a lo convencional y a lo cultural, sin embargo…. Cínicos.

¿Cuál es tu opinión sobre los interrogantes anteriores en torno al debate Physis-nomos? ¿Somos buenos por naturaleza? ¿Existe alguna verdad incuestionable en todas las culturas? ¿Existe alguna ley natural o son todas creadas por los seres humanos?....

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