miércoles, 24 de marzo de 2010

2.6. Aristóteles: la búsqueda del término medio

Aristóteles representa, junto a Platón, el autor más influyente en la historia de la Filosofía occidental. Nacido en Estagira se trasladó a Atenas con unos diecisiete años, ingresó en la Academia, conoció a Platón y se mantuvo junto a él durante unos veinte años. Tras la muerte de Platón se marchó a Assos donde trató de influir filosóficamente en el tirano de aquel lugar, residió en Mitilene y posteriormente
en Macedonia, lugar en el que ejerció de maestro de Alejandro Magno. Tras volver a Atenas, fundó el Liceo, una importante institución de enseñanza en la que era habitual dar las clases caminando bajo un pórtico (peripathos), por lo que los discípulos de Aristóteles recibían el nombre de peripatéticos. Tras la muerte de Alejandro Magno parece que aquellas personas que habían tenido alguna vinculación con el emperador macedonio comenzaron a experimentar algunas persecuciones. Aristóteles prefirió abandonar la ciudad y marcharse a Calcis, lugar en el que falleció en el año 321 a.C.


Su visión del ser humano.
Los veinte años que pasó Aristóteles junto a Platón dejaron una huella importantísima que se refleja en todas las obras aristotélicas. No obstante, también existen algunas diferencias importantes entre ambos pensadores. Para Aristóteles el alma no es sólo el lugar donde reside el pensamiento, donde habita la razón; el alma es también y, sobre todo, el principio de la vida. Esto conlleva una importante diferencia respecto a Platón, ya que si el alma otorga la vida, la ausencia de alma estará relacionada con la muerte. El alma no preexiste como pensaba Platón, ni puede reencarnarse en otro ser diferente tras la muerte.
Es decir, en la filosofía aristotélica no encontramos la dualidad radical que aparecía en los diálogos platónicos. El alma y el cuerpo tienen una vinculación muy grande para el estagirita, una unión muy estrecha. El alma se identifica con la vida de los cuerpos y no sólo de los seres humanos, también los animales y las plantas tienen alma. Es cierto, no obstante, que existe en el alma humana un elemento –la razón o entendimiento agente- que sí es inmortal. Ahora bien, este elemento no es singular, es decir, no es diferente en cada persona, no indica su personalidad o su modo de ser.


La teoría ética.A partir de su visión del ser humano, Aristóteles elabora una interesante teoría ética. Él cree que todos los seres tienden a alcanzar la perfección que les es propia. Cada ser vivo tiene un elemento distintivo, si desarrolla ese elemento se acercará a la perfección y podrá ser feliz.
Lo propio de las plantas es la nutrición, lo característico de los animales es el movimiento y lo propio de los seres humanos (animales racionales) es el uso de la razón. Por tanto, un ser humano será feliz si es capaz de desarrollar al máximo su capacidad racional, si es capaz de desplegar su sabiduría. Pero Aristóteles es consciente de que todas las personas no pueden dedicarse únicamente a aumentar su sabiduría teórica. Por este motivo, considera que hay otro camino para alcanzar la felicidad que sí puede ser practicado por cualquier persona. Este método consiste en seguir a lo largo de toda la vida la vía del término medio. Hay que tener en cuenta que en todos los comportamientos hay dos extremos -los vicios (uno por exceso y otro por defecto)- y un término medio: la virtud. La felicidad se consigue, por tanto, practicando constantemente acciones equilibradas.

1. Busca dos ejemplos de comportamientos virtuosos con sus correspondientes vicios.
2. ¿Crees que la felicidad se obtiene a través del término medio? ¿Por qué?


Un fragmento de Ética a NicómacoLee el siguiente fragmento del libro Ética a Nicómaco, de Aristóteles y responde las cuestiones que aparecen a continuación.
No basta, empero, con decir así que la virtud es un hábito, sino que es preciso decir cuál.
Digamos, pues, que toda virtud perfecciona la buena disposición de aquello cuya virtud es, y produce adecuadamente su obra propia: como, por ejemplo, la virtud del ojo hace bueno al ojo y a su función: por la virtud del ojo vemos bien. Del mismo modo la virtud del caballo le hace ser buen caballo, apto para correr, para llevar al jinete y para esperar al enemigo.
Si así es, pues, en todos los casos, la virtud del hombre será entonces aquel hábito por el cual el hombre se hace bueno y gracias al cual realizará bien la obra que le es propia.
Cómo sea esto posible, lo hemos dicho ya, pero se tornará más claro aún, si consideramos cuál es la naturaleza de la virtud.
En toda cantidad continua y divisible puede distinguirse lo más, lo menos y lo igual, y esto en la cosa misma o bien con relación a nosotros. Pues bien, lo igual es un medio entre el exceso y el defecto. Llamo término medio de una cosa a lo que dista igualmente de uno y otro de los extremos, lo cual es uno y lo mismo para todos. Mas con respecto a nosotros el medio es lo que no es excesivo ni defectuoso, pero esto ya no es uno ni lo mismo para todos. Por ejemplo: sí diez es mucho y dos poco, tomamos seis como término medio en la cosa, puesto que por igual excede y es excedido, y es el término medio según la proporción aritmética. Para nosotros, en cambio, ya no puede tomarse así. Si para alguien es mucho comer por valor de diez minas y poco por valor de dos, no por esto el maestro de gimnasia prescribirá una comida de seis minas, pues también esto podría ser mucho o poco para quien hubiera de tomarla: poco para Milón, y mucho para quien empiece los ejercicios gimnásticos. Y lo mismo en la carrera y en la lucha. Así, todo conocedor rehuye el exceso y el defecto, buscando y prefiriendo el término medio, pero el término medio no de la cosa, sino para nosotros.
Si, por tanto, todo arte o ciencia consuma bien su obra mirando al término medio y encaminando a él los trabajos - y de aquí que a menudo se diga de las bellas obras de arte que no es posible ni quitarles ni añadirles nada, dando a entender que el exceso y el defecto estropean la perfección, en tanto que el término medio la conserva-, si, pues, como decimos, los buenos artífices operan atendiendo a esto, y si, por otra parte, la virtud, corno la naturaleza, es más exacta y mejor que todo arte, ella también, de consiguiente, deberá apuntar al término medio.
Hablo, bien entendido, de la virtud moral, que tiene por materia pasiones y acciones, en las cuales hay exceso y defecto y término medio. Así por ejemplo, en el tener miedo, el tener audacia, el desear, el airarse, el compadecerse, y en general en el tener placer o dolor, hay su más y su menos, y ninguno de ambos está bien. Pero experimentar esas pasiones cuando es menester, en las circunstancias debidas, con respecto a tales o cuales personas, por una causa justa y de la manera apropiada, he ahí el término medio, que es al mismo tiempo lo mejor, y esto es lo propio de la virtud.
En las acciones, asimismo, hay exceso y defecto y término medio. La virtud, por tanto, tiene por materia pasiones y acciones en las cuales se peca por exceso y se incurre en censura por defecto, mientras que el término medio obtiene la alabanza y el éxito, doble resultado propio de la virtud. En consecuencia, la virtud es una posición intermedia, puesto que apunta al término medio.
Hay que añadir aún que de muchas maneras puede uno errar, pues el mal, como se lo representaban los pitagóricos, pertenece a lo infinito, y el bien a lo finito, y de una sola manera es el acierto. Por lo cual lo uno es fácil, lo otro difícil: fácil el fallar la mira, difícil el dar en ella. Y por esto, en fin, es propio del vicio el exceso y el defecto, y de la virtud la posición intermedia:
"Los buenos lo son de un modo único, y de todos modos los malos."
La virtud es, por tanto, un hábito selectivo, consistente en una posición intermedia para nosotros, determinada por la razón y tal como la determinaría el hombre prudente. Posición intermedia entre dos vicios, el uno por exceso y el otro por defecto. Y así, unos vicios pecan por defecto y otros por exceso de lo debido en las pasiones y en las acciones, mientras que la virtud encuentra y elige el término medio. Por lo cual según su sustancia y la definición que expresa su esencia, la virtud es medio, pero desde el punto de vista de la perfección y del bien, es extremo.
No toda acción, empero, ni toda pasión admiten una posición intermedia. Algunas se nombran precisamente implicadas con su perversión, como la alegría del mal ajeno, la impudencia, la envidia; y entre las acciones el adulterio, el robo, el homicidio. Todas estas cosas son objeto de censura por ser ruines en sí mismas, y no por sus excesos ni por sus defectos. Con respecto a ellas no hay manera de conducirse rectamente jamás, sino que siempre se yerra. No hay en estos asuntos un hacer bien o un no hacer bien, como en punto a con qué mujer o cómo o cuándo cometer adulterio, sino que sencillamente el hacer cualquiera de estas cosas es errar.
Sería igualmente absurdo pretender que en la injusticia, la cobardía y el desenfreno pudiese haber un medio, un exceso y un defecto porque entonces habría un medio del exceso y del defecto, y un exceso del exceso y un defecto del defecto. Así como en la templanza y en la valentía no hay exceso ni defecto, por ser el término medio en cierto modo un extremo, tampoco en aquellas cosas hay medio ni exceso ni defecto, sino que como quiera que se obre, se yerra. En suma, no hay término medio del exceso ni del defecto, como tampoco exceso ni defecto del término medio.


Cuestiones sobre el texto: 
1. ¿Qué perfecciona la virtud?
2. ¿Por qué habla Aristóteles del término medio “respecto a nosotros”?
3. ¿Dónde reside la virtud moral, según Aristóteles?
4. ¿En qué sentido la virtud puede ser un extremo?
5. ¿Por qué algunas acciones o pasiones no tienen término medio?
6. ¿Crees que la felicidad se alcanza a través del término medio? ¿Por qué?
7. Resume el contenido del texto en unas cinco líneas.


Realiza las seis cuestiones que aparecen en el apartado "Frases y tests" del siguiente enlace: http://www.webdianoia.com/aristoteles/aristoteles_ejer.htm

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