Memoria y culturas. Dos visiones acerca de las culturas: Huntington y
Said
Manuel Sánchez Matito
msmatito@yahoo.es
Resumen
En este estudio se ofrecen dos
visiones diferentes acerca de las culturas. La primera, ejemplificada por
Samuel Huntington, considera que las culturas son bloques cerrados que
frecuentemente tienden a enfrentarse. La segunda, defendida por Edward Said,
sostiene que están caracterizadas por múltiples detalles que hay que conocer,
para evitar una comprensión reduccionista. En el segundo caso, la memoria se
utiliza con más energía, ya que no sólo se sustenta sobre unas ideas generales,
sino que pretende acercarse a las imágenes más vivas y a los matices más
sugerentes, mostrando tanto las peculiaridades de cada cultura como los rasgos
comunes compartidos por grupos diferentes.
Abstract
In this study
there are two different views about the cultures. The first, exemplified by
Samuel Huntington, believes that cultures are often closed blocs tend to face.
The second, advocated by Edward Said claims that cultures are characterized by
many details that need to know to avoid a reductionist understanding. In the
second case, the memory is used with more energy, because not only is based on
some general ideas, but rather to approach the images more vivid and evocative
nuances, showing both the peculiarities of each culture as the common features
shared by different groups.
Palabras clave:
culturas, civilizaciones, memoria, Humanismo, Islam, Occidente, Oriente,
conocimiento.
Key words: cultures,
civilizations, memory, Humanism, Islam, West, East, knowledge
1. Dos visiones contrapuestas
Cuando nos acercamos al
estudio de las culturas aparecen dos perspectivas o comprensiones del mundo
claramente enfrentadas: la primera concibe las culturas como bloques cerrados y estáticos que se excluyen y
tienden a enfrentarse; la segunda, las percibe como entidades porosas en
continuo cambio que, en ocasiones se enfrentan, pero que también experimentan
un proceso continuo de intercambio y diálogo.
En el primer caso —ejemplificado
en este estudio por Samuel Huntington— la memoria cultural es traicionada y el
olvido consciente se sitúa en el primer plano. Se borran de la memoria las
transformaciones históricas que han sufrido las llamadas “civilizaciones”, se dejan
a un lado los múltiples matices y diferencias que anidan en el interior de cada
uno de los grupos y, además, se olvidan las notables semejanzas que podemos
encontrar en los comportamientos de las personas que habitan en lugares muy
distantes.
La segunda posición —ilustrada
por Edward Said— pretende devolver a la memoria su auténtico valor,
transformándola en una facultad imprescindible para la recuperación de la salud
mental de la Humanidad. Siguiendo sus pasos, podrían evitarse los tres olvidos
anteriores: la historia de las culturas, las diferencias internas y las
semejanzas humanas.
2. El choque de civilizaciones (Samuel Huntington)
En
el año 1989 Francis Fukuyama escribió un artículo[1] vaticinando
el final de la historia. Siguiendo la visión hegeliana consideraba que había
llegado el fin del conflicto entre ideologías opuestas (comunismo y
liberalismo) al alcanzarse, con la caída del muro de Berlín, la derrota del
comunismo y el triunfo imparable de la tradición liberal. Unos años más tarde, Septiembre
de 1993, Samuel Huntington retoma la visión de Fukuyama para llegar a una
conclusión diferente. En un artículo denominado “¿El choque de civilizaciones?”[2]
comienza recordando la tesis de Fukuyama para sostener, por el contrario, que
la lucha sigue presente en la Historia de
De
este modo comienza Huntington su exposición del conflicto entre las
civilizaciones. Desde su perspectiva, una civilización representa una entidad
cultural, el espacio más amplio que permite a un grupo de personas desarrollar
una identificación cultural. Además, estaría compuesta por elementos objetivos
(lenguaje, historia, religión, costumbres, instituciones…) y subjetivos (el
modo en que las personas se identifican a sí mismas). Se puede hablar de siete
u ocho civilizaciones principales entre las cuales se producirán las
interacciones y los conflictos: occidental, confuciana, japonesa, islámica,
hindú, eslava-ortodoxa, latino-americana y africana[4]. La
presencia de estas civilizaciones diferentes que interactúan y que desarrollan
conflictos se demuestra mediante seis aspectos: la importancia de las
diferencias entre las civilizaciones, apreciables en varios terrenos (historia,
lenguaje, cultura, tradición…) pero, sobre todo, en el ámbito religioso; la
intensificación de las interacciones entre los pueblos en un mundo más
globalizado; el fortalecimiento de modos más intensos de identificación
cultural —en ocasiones, fundamentalistas— ante un desarrollo económico que
debilita los lazos identitarios; la valoración dual que recibe la cultura
occidental en los pueblos no occidentales: la vuelta a formas más tradicionales
entre las élites contrasta con la extensión en el pueblo de formas de vida más
cercanas a Occidente; el mantenimiento de un núcleo de rasgos culturales, sobre
todo religiosos, que difícilmente se transforma; y, por último, el aumento de
la cooperación económica entre los bloques regionales que tienen una
civilización similar.
En
opinión de Samuel Huntington, uno de los conflictos más prolongados y
persistentes es el que se refiere al enfrentamiento entre el mundo musulmán y
Occidente. Se ha desarrollado desde hace 1300 años y continuará haciéndolo,
piensa Huntington, con una violencia mayor. La intensificación de este conflicto
se debe a varias causas: algunas formas de apertura en el mundo árabe han
propiciado la aparición de fundamentalismos; el mayor desarrollo demográfico en
el Norte de África ha aumentado la inmigración hacia Europa y, por último, el
incremento de las muestras de racismo en los países europeos. La conflictividad
entre ambas civilizaciones es contemplada tanto por intelectuales musulmanes
(M. J. Akbar) como por pensadores occidentales. En este segundo grupo
Huntington destaca la obra de Bernard Lewis, quien en su libro Las raíces de la ira islámica ya había
utilizado explícitamente la expresión “conflicto de civilizaciones” (“clash of
civilizations”).
Además
del prolongado enfrentamiento entre Occidente y el mundo musulmán, Huntington
encuentra otros conflictos que alcanzan una gran importancia: el enfrentamiento
entre Estados Unidos y la civilización china, por un lado, y la japonesa, por
otro. En todos estos conflictos se halla presente el llamado “síndrome del país
afín”. Con esta expresión de Greenway se refiere a la búsqueda de aliados
afines a la propia civilización en caso de conflicto con un país de otra
civilización. Este fenómeno permite explicar la fuerza de la llamada realizada
por S. Hussein a la cruzada islámica contra Occidente durante
Dentro
del enfrentamiento entre las civilizaciones se está desarrollando una gran
polarización entre Occidente y todas las demás. La hegemonía económica y
militar de Occidente y sus esfuerzos por extender sus valores principales al
resto de los pueblos despierta importantes recelos. Ante esta situación los
demás países pueden optar por caminos diferentes: buscar un cierto aislamiento
(Birmania o Corea del Norte); desarrollar una asimilación de la forma de vida
occidental o buscar el equilibrio frente a Occidente mediante una cooperación
entre sociedades no occidentales que les lleve a aumentar su fuerza económica y
militar.
En
opinión de Huntington la conexión islámica-confuciana representa la forma más
destacada de colaboración para evitar el dominio económico y militar de
Occidente. El descenso en los gastos militares de la mayoría de los países
occidentales contrasta con la expansión de China, Corea o algunos países de
Oriente Medio. Estos países afirman, además, que tienen derecho a adquirir y a
desarrollar las armas que necesitan para su defensa. El crecimiento de China
está siendo muy importante y, al mismo tiempo, su capacidad para aportar armas
y tecnología, generalmente hacia los países de Oriente Medio. De este modo,
quedaría confirmada la conexión entre las civilizaciones musulmana y
confuciana, al menos, en el terreno militar.
Samuel
Huntington, por tanto, no niega la existencia de otros conflictos, pero sostiene
que los enfrentamientos entre las civilizaciones seguirán siendo los más
importantes. En este sentido, la oposición entre Occidente y el resto
representa el enfrentamiento más destacado, siendo la conexión
confuciano-islámica la que parece protagonizar el modo de cooperación más poderoso
frente a Occidente. Ante esta situación Occidente debería desarrollar una serie
de medidas tanto a corto plazo como a largo plazo. En el primer caso, se trata
de desplegar estrategias que eviten el ascenso del grupo rival: cooperación con
otras civilizaciones más afines (eslavos y latinoamericanos), búsqueda de
elementos que dividan a las civilizaciones rivales, fortalecimiento de los
propios valores, esfuerzos por limitar el poder militar confuciano-islámico… A
largo plazo se trataría de comprender las ideas que subyacen a otras
civilizaciones que están emprendiendo un proceso de modernización no occidental
y tratar de encontrar puntos de encuentro.
Huntington
sugiere, por tanto, que a largo plazo habría que buscar la comprensión entre
las culturas. Sin embargo, en el presente, en el camino que se está trazando lo que se sitúa en el primer plano es
el enfrentamiento, la desconfianza y la división. Como dijimos al comienzo, la
memoria es traicionada en aras de una simplificación excesiva y de una ignorancia
consciente de los matices y los detalles más significativos. Como nos mostraron
Bruno o Marcel Proust, la memoria se fortalece en el detalle, en la recreación
intensa de las imágenes, en la recuperación de los sentimientos y los momentos
perdidos. Sin embargo, el politólogo norteamericano nos habla de bloques
cerrados, de núcleos culturales que no admiten transformación, y del odio y el
rechazo como normas generales que marcan la relación entre las culturas,
olvidando aspectos muy significativos: las civilizaciones que manifiestan una
extraordinaria diversidad cultural —piénsese, por ejemplo, en los contrastes
que se pueden encontrar dentro de la civilización occidental—; las culturas con
pluralidad religiosa; las religiones con una multiplicidad de escuelas y
corrientes —incluida la aparentemente monolítica religión musulmana— y, además,
una amplia gama de relaciones humanas entre miembros de culturas diferentes que
se alejan del conflicto permanente.
Pero
esta crítica al mensaje lanzado por Huntington se ilustra de forma más
brillante a través de las palabras del intelectual palestino-americano, curiosa
confluencia de civilizaciones y culturas, Edward Wadie Said.
3. La recuperación de la memoria perdida (Edward Said)
En una charla pronunciada
en
La
obra de Huntington, piensa Said, constituye un intento por mantener el estado
latente de enfrentamiento que caracterizaba a la guerra fría. Su trabajo parece
dirigido a los creadores de opinión, a los militares y a los dirigentes
políticos. Hay que intentar mantener la hegemonía de Occidente y para ello es
necesario tomar conciencia de la fuerza de los nuevos enemigos (agrupados en
torno al eje islámico-confuciano) y desarrollar las estrategias que se
presentan al final del artículo. El conflicto latente debe continuar y
Occidente no puede bajar la guardia ni debilitarse.
De
este modo, las ideas de Huntington ofrecen una visión muy agresiva de la
relación entre las culturas. Su mirada no es la de un investigador neutral que
trata de aproximarse a la naturaleza de los pueblos, por el contrario, su
acercamiento a las culturas es muy simplista. Utiliza fuentes indirectas (de
segunda o tercera mano) que proceden de periodistas o de académicos muy
tendenciosos, olvidándose de otros estudios más serios sobre las culturas que
ofrecen las peculiaridades de las mismas, sus cambios, sus tendencias.
Huntington continúa, de este modo, la tradición orientalista al considerar
todas las civilizaciones como sistemas monolíticos y homogéneos, asumiendo,
además, la dualidad entre “nosotros” y “ellos”.
Su
comprensión de las civilizaciones y, en particular, del Islam recibe una clara
influencia, como él mismo reconoce, de la obra de Bernard Lewis Las raíces de la ira islámica. En este
libro Lewis señala que hay un talante musulmán que se caracteriza por la furia
y el odio a lo occidental. De un modo similar, Huntington considera que la
esencia de los musulmanes consiste en pensar con odio hacia los occidentales,
expresando, de este modo, una simplificación y una generalización que carece de
rigor y olvida los numerosos detalles, formas de vida y diferencias
significativas que podemos encontrar en los pueblos musulmanes. La reducción
llevada a cabo permite prolongar los posibles enfrentamientos mediante la
utilización de unas pocas ideas fáciles de recordar. Pero esta simplificación
pasa por alto la variedad de contracorrientes, contraculturas, tendencias,
tradiciones inventadas, diálogos e interacciones constantes que pueden hallarse
tanto en Occidente como en el Islam.
En
el mundo las interacciones son tan frecuentes y las culturas tienen tanta
diversidad, variedad y complejidad que, en opinión de Said, la rígida
separación entre las culturas carece de sentido. La comprensión de los
problemas conjuntos que afectan a
El
rechazo que realiza Said de la visión monolítica ofrecida por Huntington se
comprende dentro de su crítica a la tradición orientalista desarrollada en
Occidente. Esta crítica se inició cuando Said publicó su obra Orientalismo[7] en 1978. En esta
obra se mostraba cómo las investigaciones occidentales sobre el mundo oriental
se habían caracterizado por una excesiva simplificación que permitía el control
posterior de la zona colonizada desde diferentes puntos de vista: cultural,
económico, militar o lingüístico. Esta visión de Oriente permitía a los
europeos trazar una imagen inalterable, una esencia de lo oriental que
convertía a Oriente en lo otro, lo diferente, lo opuesto… Para llegar a esta
elaboración era necesario, una vez más, realizar una perversión de la memoria.
Era preciso olvidar los múltiples detalles, los diferentes espacios abarcados
bajo el término oriental, las diferentes épocas y la riqueza de textos. Por el
contrario, la simplificación orientalista se construía sobre un inmenso espacio
geográfico y sobre una visión basada más en un pasado estático que en una
mirada atenta a las peculiaridades del presente.
El
rechazo de Huntington hacia el mundo musulmán también encuentra su explicación
dentro del trasfondo orientalista. Said considera que el orientalismo muestra
su visión más exagerada cuando se acerca a este terreno desarrollando unas
categorías “mentalidad árabe”, “mentalidad musulmana” que muestran siempre los
aspectos negativos de este mundo. A la creación de estas categorías contribuyen
de un modo destacado los medios de comunicación, tal como muestra en su obra Cubriendo el Islam[8]. Siguiendo el
título del libro, Said nos recuerda que el Islam es cubierto en varios sentidos
que se alejan del seguimiento puramente informativo. Por una parte, es
ocultado, ya que siempre se ofrece la misma visión negativa y simplista,
olvidando los múltiples pormenores de la vida cotidiana y la riqueza de matices
y tradiciones diferentes y, por otra, es violado, pervertido, anulado… De
nuevo, la simplificación de la realidad “analizada” sirve para encubrir un
dominio económico, militar, político y cultural.
La
solución que propone Said para el olvido de las particularidades culturales
consiste en un avance del conocimiento. Sólo la salida consciente de la
ignorancia, sólo el aumento del conocimiento nos puede permitir salir de
nuestra visión cerrada y abrirnos al acercamiento verdadero de otros pueblos.
Said sostiene esta idea en numerosos escritos, pero, sobre todo, en sus ensayos
sobre el Humanismo[9]. En cierto modo, sigue
siendo un pensador ilustrado que confía en el poder del conocimiento para
derribar las barreras de la ignorancia que conducen a las imágenes simplificadoras
o al fanatismo excluyente, sigue pensando que el conocimiento nos puede llevar
a crear un mundo más humano. Ahora bien, el avance del conocimiento no puede
llevarnos de un principio general a otro principio general. Estos principios
son necesarios para establecer un orden en los conocimientos, pero no son
suficientes. Como buen filólogo, Said cree que es preciso, además, un
acercamiento directo a los pequeños detalles de la vida, a los matices, a las
diferencias, a las imágenes vivas que no se olvidan fácilmente, a lo que el
propio Said denomina “mundanidad”.
Si
nos acercamos a los diferentes momentos de una cultura, evitaremos la mirada
simplificadora de Huntington y empezaremos a comprender el fundamento de las
culturas, un fundamento que lejos de ser inalterable, ha experimentado muchas
transformaciones, y que, lejos se ser exclusivo, es compartido por miembros de
sociedades humanas muy diferentes. El conocimiento que propone Said nos puede
servir, por ejemplo, para recordar las imágenes terribles de dolor del pueblo
judío, pero también nos debe ayudar a memorizar el inmenso sufrimiento de los
palestinos —Al-Naqba— y, sobre todo, nos permite comprobar que ambas
experiencias de dolor son una muestra de las semejanzas entre los humanos más
allá de las culturas[10]. El
conocimiento detallado nos ofrece imágenes que no son fáciles de olvidar y que
nos llevan a la comprensión del otro de un modo más intenso.
Como decíamos al
principio, la visión simplificadora de las culturas olvidaba la historia de los
pueblos, la variedad de matices que se encuentran en su interior, pero también
los múltiples lazos que unen a todas las personas. Frente a esta visión,
siempre es posible sostener una mirada más atenta, más respetuosa con las
diferencias y, al mismo tiempo, más ansiosa por descubrir en el otro a un compañero
de viaje. Sólo de este modo la memoria deja de moverse entre tópicos y
generalidades, trazando, por el contrario, un mundo de imágenes y relatos que
conecta la extraordinaria pluralidad de las culturas con los rasgos comunes a
cualquier ser humano.
Sevilla,
Julio de 2012
[1] El artículo se publicó en la revista The National Interest en 1989 y se basaba en una conferencia
pronunciada anteriormente.
[2] Huntington, S., “The clash of Civilizations?”, Foreign Affaires, 1993.
[3] Ibid., p. 22.
[4] Huntington traza un mapa con las fronteras de estas
civilizaciones en un libro posterior en el que desarrollará sus ideas sobre el
tema: The Clash of Civilizations and the Remaking of World Order, Simon and Schuster, Nueva York, l996.
[5] Se trata de la conferencia
“El mito del choque de civilizaciones” que aparece transcrita en español en
español http://www.libreria-mundoarabe.com/Boletines/N%BA79%20Feb.10/MitoChoqueCivilizaciones.htm.
y en inglés en http://www.mediaed.org/assets/products/404/transcript_404.pdf.
[6] Said, E. “El mito del choque de civilizaciones”,
http://www.libreria-mundoarabe.com/Boletines/N%BA79%20Feb.10/MitoChoqueCivilizaciones.htm
[7] Said, E., Orientalism:
Western Representations of the Orient, Routledge and Kegan Paul, Londres,
1978.
[8] Said, E., Cubriendo el
Islam, Debate, Barcelona, 2005.
[9] Cfr.: Said, E. Humanismo y
crítica democrática, Debate, Barcelona, 2006.
[10] En este sentido, convendría acercarse a las obras en las que Said
recuerda el sufrimiento olvidado de los palestinos y las semejanzas que pueden
encontrarse con el dolor del pueblo judío: Crónicas
palestinas o su autobiografía inacabada, Fuera de lugar.