miércoles, 8 de febrero de 2012

El taoísmo filosófico. 哲学道教 道教

En ocasiones, se ha indicado que el pueblo chino es confuciano en su exterior, pero taoísta en su interior. Aparentemente es ordenado, trabajador, tradicional…, pero en su interior hay un elemento de rebeldía, pasión, anarquía o amor hacia la naturaleza que permite explicar los constantes momentos de rebelión que han surcado la historia del pueblo chino.
El taoísmo filosófico tiene su origen en las ideas que aparecen en el libro llamado Tao-Te-Ching. Este libro se atribuía tradicionalmente a Lao-Tsé, un pensador cuya vida debió transcurrir en la misma época en la que vivió Confucio. Sin embargo, hoy se cree que los datos que tenemos no permiten confirmar si Lao-Tsé existió realmente. Parece ser que el libro Tao Te Ching recoge dos escritos compuestos en épocas diferentes entre el siglo IV a.C. y el siglo III a.C.
El concepto principal que aparece en este libro es el de Tao. El ideograma chino significa un camino y alguien que se pone en cabeza de una marcha. Pero este significado literal no basta para comprender el significado que tiene el Tao en el libro y en la tradición taoísta. Tao significa lo Absoluto, el todo, lo infinito… Es algo tan grande y tan impresionante que no puede nombrarse fácilmente. Así, comienza el libro…

El Tao que puede ser expresado no es el Tao verdadero.

Se le pueden dar nombres, pero no son el Nombre Verdadero

El Tao es el Absoluto, que resulta difícil de entender, de comprender y de nombrar. Está caracterizado por la contradicción, incluyendo en su interior la lucha entre fuerzas contrarias. Es decir, el Tao sería el Universo, la naturaleza en su totalidad que está llena de cambios y de enfrentamientos (el paso de las estaciones, la lucha por la supervivencia de los animales, las guerras entre los pueblos…)
Ante el Tao, los seres humanos deberían adoptar la actitud que los taoístas llaman wu wei. El wu wei podría traducirse por “dejar hacer” o “actúa sin actuar”. Se trataría de una actitud pasiva, pero no hay que confundirla con una “pasividad total”. Cuando realizamos una acción, cuando actuamos tenemos que hacerlo sin establecer unos objetivos o unos deseos tan fuertes que nos provoquen ansiedad y tensión. Cuando la intención de nuestra acción es demasiado clara difícilmente alcanzaremos el objetivo deseado. Por el contrario, hay que intentar que las cosas transcurran espontáneamente, hay que favorecer la espontaneidad radical.